3 de agosto de 2008

Mi parto en casa

Anhel nació hace más de un mes. Recuerdo que cuando volví de Acuario, de parir a Abril, tardé un día en escribir el relato de nuestro parto, estaba deseando contarlo, me sentía eufórica y no quería olvidar nada. En esta ocasión me ha costado varios intentos desmotivados, pero finalmente aquí estamos.
Si he de resumir cómo han sido los nacimientos de mis hijos, diría que la cesárea de Arián estuvo presidida por el miedo y la incertidumbre. En el PVDC de Abril, reinaron varias sensaciones, sobre todo el poder, la satisfacción, la victoria, la emotividad, la sorpresa... El parto en casa de Anhel se resume con "decepción". El ha tenido un buen nacimiento y mis otros hijos una fantástica experiencia, mi marido una gran -y merecida- satisfacción personal, todo "lo que importa" está bien, sanos los dos, sin violencia obstétrica ni malos tratos. Yo me siento feliz por todo ello. Pero aun así, me siento profundamente decepcionada con mi parto. Me entristece que la gente me pregunte cómo fue y mentir con un "muy bien" o explicar cuatro pinceladas si hay confianza, que lo único que hacen es dejar en no muy buen lugar a los partos en casa. Es más fácil defenderlos si todo ha ido rodado, que es como suele (y debería, si no hay complicación) ir.

El caso es que fue un parto demasiado largo para mi gusto y demasiado intenso en su etapa final. (Tres embarazos y este último ha querido ser diferente en absolutamente todo). Aquí el factor sorpresa no existía, aquí ese "poderío" que te da un primer parto respetado, sobre todo tras una cesárea, cuando descubres esa naturaleza salvaje, mamífera y tremendamente poderosa que habita en ti no sorprende, ya la esperas. Aquí ya has hecho el camino antes, por lo que tu útero y tu vagina recuerdan cómo es parir y lo hacen aun más eficazmente. Aquí la euforia de "haberlo conseguido" ya no existe con la misma intensidad, porque ya sabes que puedes hacerlo, digan lo que digan. Y todo eso es normal y lógico que le pueda quitar algo de 'magia' al asunto. Además si algo he aprendido durante estos años de 'bagaje' por estos lares de la maternidad, es que cuanto menos esperes de un parto, mejor. Que hay que disponerlo todo para que vaya de diez pero tener presente que quizá la nota acaba más baja, que hay que dejarlo fluir, hay que dejar que su propio cauce sea quien lo dirija y que no se puede intentar planificar al detalle, porque con bastante probabilidad, no saldrá como esperabas. Así que mis expectativas eran bastante escasas: ninguna, salvo que fuese sin complicaciones y una buena atención que facilitase el proceso. El resto estaba todo atado como para no dar problemas, y yo me sentía segura y apoyada por mi marido. ¿Qué podía fallar?

Inicialmente, iban a ser dos comadronas las que nos atendiesen, V y S. Nos gustaba bastante el equipo que formaban, porque V era como la que 'dejaba fluir' (su frase: "tú confía", para todo), y S era la que redirigía las visitas hacia nuestras necesidades, hacia nuestras inquietudes, hacia el proceso. Aunque escogimos a V y S venía como compañera, luego fue S la que nos dio más seguridad en las visitas posteriores, previas al parto. Digamos que V era más espiritual y S era más sensata. Pero el día en que me puse de parto, S cogía vacaciones y en su lugar vino N, una de las matronas de 'la otra' pareja que trabaja con V y S, que nos habían presentado en la última visita por si 'había una emergencia'.Me hubiese gustado saber que S tenía vacaciones cercanas a mi FPP, la verdad. N parecía muy maja, pero apenas había hablado con ella.

En una de las visitas preparto, le expliqué a V y a S lo importante que era para mí conseguir que funcionase la lactancia. Les expliqué que Abril había tenido un frenillo no diagnosticado que dio muchos problemas. Me llegaron a preguntar qué me preocupaba del parto y les contesté "que funcione la LM", y V respondió que por eso no sufriese porque ellas de lactancia 'sabían bien'.
Les comenté que si en el parto de Abril me hubiesen ofrecido llenarme la bañera, habría dicho que si. Pero que no tuve fuerzas para pedirla, así que les dije que me la ofrecieran en la dilatación, por si me apetecía meterme.
También en uno de esos encuentros previos nos dieron una lista con todo lo que había que preparar, que prudente y meticulosamente dejé listo semanas antes del parto, y que mi marido bajó al comedor antes de que llegaran las matronas el día del parto.
En la última visita previa al parto, ofrecimos la buhardilla a las matronas por si se daba el caso de que la cosa se alargaba u ocurría durante la noche y necesitaban descansar alguna de ellas, ya que tiene un sofá-cama amplio y cómodo.
S me preguntó qué esperaba de mi parto, del papel de las matronas, del de mi marido, del de Anna: A mi marido, mi apoyo. A Anna, que se encargase de mis niños. A ellas, que fuesen espectadoras de mi parto, vigilando que todo transcurría bien.

Pasé una semana en pódromos. Que si contracciones molestas, que si tapón, que si dolorcillo de regla... Finalmente, el día 24 de junio, sobre las 22h, estuve segura de que el parto, por fin, había comenzado. Nuestro bebé nacería con toda probabilidad el día 25 de junio, así que Héctor avisó en el trabajo y comenzó a dejar preparadas todas las cosas de la lista "Hacer el día del parto", y yo avisé a V y Anna (nuestra 'doulacanguro', contratada para acompañar a los niños) de que aquello parecía que por fin había comenzado, para que estuviesen preparadas por si las llamaba. Eran contracciones de parto, pero de las que se llevan sin problema, así que pretendí irme a la cama... pero aunque se soportaban sin complicación, no eran tan livianas como para quedarme frita, así que al final a la 1 am me levanté de la cama y anoté su frecuencia, que era algo irregular pero más o menos cada 10-15 minutos. A las 3am ya eran cada 5-10 minutos, seguían siendo irregulares y soportables y aun quedaba trabajo por delante, así que en la oscuridad y el fresquito de la noche seguí con mi trabajo a solas, creyendo que Anhel nacería por la mañana. A las 5 am subieron en intensidad, a las 5:30 se fueron acortando en tiempo y finalmente a las 06:30, tras 6 u 8 contracciones cada 2 minutos que me alarmaron un poco (¿qué había pasado?¡nuestra matrona tenía algo más de una hora de camino!), llamamos a V para que viniese a casa y le envié un whatsapp a Anna diciéndole que cuando se levantase se viniera para casa, sin prisa porque los niños dormían.

Comenzó a amanecer... y con cada rayo de luz que entraba en el comedor, mis contracciones se espaciaban. Dejaron de ser cada 2 minutos, pasaron a ser cada 5, cada 10... y cuando llegó V, sobre las 08:30, ya eran cada 15 minutos. Mi parto no se había parado, pero la luz había espantado a la osa que llevo dentro y me lo había relentizado. V esperó a que llegara N y se fueron a almorzar para ver si se animaba otra vez, pero cuando volvieron dos horas después (llamaron a Héctor antes por si tenían que regresar antes) seguía igual. V comenzó a decir que quizá se iban y volvían más tarde, que yo cómo lo veía. Yo le contesté que no sabía qué decirle, que en ese momento no las necesitaba, que no sabía si cuando se animase de nuevo iría rápido o no, y que tampoco sabía decir si sería en breve o tardaría mucho. Ella me preguntó cómo me sentía más segura yo, contesté lo mismo y que lo único que me preocupaba era que después no llegaran a tiempo. Le preguntaron a Héctor, que dijo que por él, mejor se quedaban.
Llegó Anna, escuchamos a Anhel...


V me hizo reflexologia en los pies, con aceites esenciales, en la habitación, a oscuras... (no sabía yo que la reflexología podía doler así), pero me relajé y al rato bajé abajo.
Mis contracciones seguían sin ser regulares, de nuevo la duda de si se iban o no. Pensé en esos partos que cuelgan las de "Néixer a casa", donde se tiran 48 y hasta 72 horas en casa de la familia... ¡estaba claro que no iba a ser mi caso! No entendía tanto empeño por irse, aunque V no hacía más que decir, después de que se iban a ir, que a ella le daba igual quedarse. Y yo me preguntaba por qué si el parto no se había parado y ella tenía más de una hora de camino, no dejaba estar el tema y se quedaban sin más.  Le dije que por la comida no se preocupase, que habíamos contado con ellas y había canelones para todos!

Sobre las 12h decidieron que se iban, pero las contracciones aumentaron en intensidad, el dolorcito ya comenzaba a molestar. Seguían irregulares, pero algunas venían más seguidas. Cada vez que cogían la maleta para irse, mi cuerpo las paraba con otra contracción fuerte. No les quedó más remedio que quedarse, así que se subieron a la buhardilla 'para no interferir y eliminar factores externos'. Héctor ya no se separó de mí y puso velas y música, bajó las persianas para hacerme una cuevita y estuvo a mi lado en todo momento.
Las matronas bajaron alguna vez para ver cómo iba, yo tenía gana, así que comí fruta y frutos secos y fui bebiendo zumos y agua que me traía... todo el mundo. Sobre las 15h estuvieron listos los canelones que habíamos descongelado, pero yo ya no tenía hambre, las contracciones eran ya muy dolorosas y fui probando diferentes sitios para encajarlas: en la pelota, en el sofá, en la mecedora... recuerdo sentir que me daba la mano Arián una de las veces, entre contracciones.

V y N se quedaron conmigo para que Héctor pudiera comer con los niños y Anna, luego fueron a comer ellas y después volvieron a la buhardilla.
Cuando venía la contracción no estaba cómoda en ningún sitio, me tenía que incorporar siempre, me arrepentí de no haber dejado a Héctor agujerear la pared para colgarme un fular del que poderme colgar en el parto. Finalmente sentada en la pelota y agarrada al piano me quedé, con Héctor al lado.
Héctor se ofreció como apoyo, me masajeó las lumbares, grabó con la cámara algún trocito... Yo necesitaba sentirlo conmigo con cada contracción, no le dejaba irse lejos, lo llamaba cuando comenzaba una nueva si él no la había visto venir solo y ya lo tenía allí, disponible para mí. Tuvimos un vínculo y una complicidad absolutos. El sabe que lo hizo bien, pero no sabe hasta qué punto fue importante para mí.
Sentía que entraban a veces los niños, con Anna, sin molestar, y de igual manera que se iban. A veces sentía sus risas fuera, en la terraza.

Estaba muy cansada, la noche sin dormir comenzaba a pasar factura y cabeceaba entre contracción y contracción. Ya eran muy potentes, "la piscina no me vendría mal", -pensé-.

Pasadas las 17h tuve la primera contracción de expulsivo: una contracción larga como no había tenido jamás, ni con Arián ni con Abril. Cuando se suponía que debía comenzar a bajar de intensidad, -y ya le había concedido el tiempo de una contracción de las más duras-, mi cuerpo apretó por primera vez y la contracción continuó y continuó, noté que los ojos se me iban hacia arriba y que llevaba una endorfinada encima como la copa de un pino. Aquella contracción tan larga me hizo pensar: "¿dónde demonios están las comadronas? Hacía muchísimo que no las sentía por allí... ¡Anda que hago una rotura uterina y aquí no se entera ni dios!"  Pero algo más poderoso me sacó de esas tonterías: la cabeza de mi hijo que comenzaba a atravesarme. "¡Guau! ¡La de Abril no la había notado así!" Y bajaba, y bajaba, en aquella contracción interminable.
La siguiente fue igual, otra contracción bestial, que en medio de aquel rugido que me salía de las entrañas más profundas de mi ser, me hacía abrir la mandíbula como si la tuviese que desencajar. Recordé a Enrique, en el parto de Abril, diciéndome que hiciese la fuerza por abajo en lugar de por arriba, así que dejé mi mandíbula desencajada y ahogaba en el silencio el rugido que me tragaba para ayudar a mi bebé a seguir bajando. Y mi hijo bajaba, y bajaba, y seguía bajando en otra contracción que parecía no tener fin. Recordé de nuevo a Enrique, cuando me apretaba en el muslo para recordarme que tenía que respirar. [Respira, Mireia, dale aire a Anhel, vamos, no estás respirando, respìra!!!]. Y como podía hacía respiraciones rápidas que le aportaran oxígeno, porque no podía respirar de otra forma en medio de aquellas contracciones. Me refugiaba en mi marido en todo momento, lo necesitaba allí, le agarraba, él paría conmigo. (Si, yo, la anti "estamos embarazados" diciendo que mi marido paría conmigo. Si. Los dos parimos a este bebé).
[¡Las comadronas! ¿Pero dónde coño estaban, es que no me oían? ¡Quería la bañera y como no bajaran YA iba a parir en el sofá, necesitaba el agua para atenuar aquel dolor! Mierda, había que hablar :]
-Héctor, llámalas, quiero la bañera.

Habían comenzado a bajar las escaleras. O lo habían escuchado subir. Se pusieron a nuestro lado a ver cómo iba el asunto. Otra contracción, ellas mirando, rompo aguas a mitad de contracción, pero no sale el agua "plof", sino taponada por la cabeza de Anhel, a presión por mi pujo, y extrañada sin saber bien qué era, digo que creo que me he hecho pis. Y baja, y baja, y baja su cabeza, y yo me abro más y más mientras me atraviesa ¿Cómo podían ser tan largas las malditas contracciones? ¡No me daban tregua, aquel expulsivo no se parecía en nada al de Abril!.
"¡El agua!" -pedí de nuevo-. [¿Pero es que nadie se da cuenta de que estoy a punto de parir? Ahora no os quiero mirando, ¡os necesito llenando la piscina, haber mirado antes, joder!] Comencé a pensar en cómo iba a cogerlo, sentada en el sofá, porque a ese paso era allí donde iba a nacer mi bebé. ¿Pero por qué tenía que estar pensando tanto? Necesitaba dejarme llevar, entrar en el 'planeta parto' y no había manera... Jolín, no me molaba nada todo aquello...
De nuevo 'me fui' hasta Acuario y recordé a Carmen, la matrona de guardia, mi 'punto negativo' en el nacimiento de Abril, cuando vino a la habitación y me vio en completa comenzó a decir nerviosa: "me teníais que haber avisado antes, que esto es una cesárea previa, ¡que es una cesárea previa!", y recuerdo que pensé, sentada en la silla de ruedas importándome un pimiento si me veía en pelotas la clínica entera: "¿No me jodas que tengo cesárea previa...? ¡Y yo que creía que había venido hasta aquí para no escuchar estas tonterías!...". Pues eso pensé, pero en este caso era: "¿Esto vale 1800€? ¿Para esto estoy pariendo en casa?"

Por fin traen la piscina y me dicen que van a hacer un poco de ruido hinchándola, que si me quiero ir a otro sitio. Yo pienso 'venga, vamos al baño', pero mi cuerpo no me acompaña. "Venga, vamos, allí sentada en el wc no estarás mal...". Pero mi cuerpo sigue sin responder. Niego con la cabeza, no me muevo. No puedo. Está a punto de llegar otra contracción. Y entonces comienzan a hinchar la piscina, con un hinchador de esos eléctricos que hace el ruido de cien aviones juntos. [¡Joder!!! ¿Pero qué haces???¡Apaga ese ruido del demonio, que estoy empujando!].
-¡Fuera!!!", -les gruñí como pude-. "-¡Hínchala fuera y éntrala rodando por la puerta!".
En mi mente, reclamo mi planeta parto. [¿Pero por qué tengo que estar pendiente de estas mierdas? ¡No entiendo nada!]
Otra contracción, la piscina sigue sin estar lista. Vuelvo a "hacerme pis" al empujar. V me dice que "con bragas no se puede parir", y me las quita.
-¿Ya?, -pregunté un par de veces, desesperada.

Finalmente, cercanas las 18h, la piscina está llena. [WOOOOOOOOOOOOOOOOW... Habría estado genial tenerla hace dos horas!. Qué bien, qué bien, qué alivio, qué gusto... A-DO-RO-EL-AGUA!!!]

Una o dos contracciones mas en el agua. Tengo una calor que me muero, estoy sudando de lo lindo, han apagado el ventilador para cuando nazca el bebé y yo me estoy asfixiando (mientras él nace, a mí que me zurzan... ¡creía que ahora importaba yo!). Suerte que N me abanica porque estoy sofocadísima y una vez que la pobre se detiene le digo: "¡no pares!" (Gracias, N, por darme aire!)
Siento a los niños, Anna les explica lo que pasa.
Siguiente contracción. Cuando acaba, pregunto si ya se le ve, (me gustaría verle la cabecita con el espejo, pienso). V me dice que aun no, que aun falta un poco, así que Anna se lleva a los niños. Yo me extraño, porque lo he sentido ya abajo, creía que no había salido porque me abrasaba y he dejado de empujar en el final de la contracción y por eso no 'lo he dejado salir', pero parece que no.
En el agua mi cuerpo me deja descansar, un poco de tregua antes de la siguiente:
Tacháaan! Corono a Anhel. Cuando Héctor se da cuenta y va a coger la cámara, piensa que si lo graba, los niños no ven nacer a su hermano... así que se va a por los niños. Una contracción más, aprieto con todas mis fuerzas, y sale la cabecita entera. Anhel la mueve a un lado y a otro mientras aun está dentro de mí.
Siento que Héctor dice "¡mira cómo se mueve...!" y se emociona.
Siguiente contracción, oigo a V que me dice "despacito, despacito", así que creo que es para que no me desgarre y dejo que en la última contracción mi cuerpo, casi sin mi ayuda, saque a mi bebé. [Pensé que no sería capaz, pero mira, lo estoy haciendo, ¡no empujo!: ojalá así no me desgarre] Pero cuando sale noto que ya hay algo roto por ahí. Vaya. No me había dicho lo de despacito para evitar nada...


¡Flop! En una pequeña sacudida, de un lado y de otro, Anhel va al agua. Y lo cojo, precioso, no llora nada. Son las 18:30h.
Oigo a los niños, pero no se qué dicen. Le echo agua por encima para que no se enfríe, lo acaricio, lo miro, lloro. Busco a Héctor, a mi hombre, a mi punto de apoyo, a mi TODO; [Hemos parido, amor. Gracias por ayudarme] Le pido que me bese, toda mi gratitud va en ese beso, que es mucha. Me dirijo a mis niños, pero no recuerdo qué les digo, me recuerdo emocionada.
Miran el cordón, perfecto, bonito, latiente. Lo tocan todos, incluidos mis niños, y lo admiran. Nos quedamos un rato en la bañera y alguien me echa una toalla encima para tapar a Anhel. Había una montaña de toallas preparadas justo al lado. Pero cuando la voy a coger para taparlo... ¡arg! ¡Qué tiricia me da! Es la manta de 2x2m del sofá!. "-¡Esto es la manta!" -les digo, sacándola empapada.
En el agua, le susurro su nana a mi niño. Llevo el camisón puesto, ni me lo había quitado en mi desesperación por meterme en el agua, pero Anhel está tan tranquilo y mirándolo todo, que pienso que mejor le doy de mamar fuera, seca.

No se cuánto tiempo después, salgo del agua y me siento, con ayuda, en el sofá. V me dice que si tengo ganas de empujar, empuje, aunque me moleste, que tiene que salir la placenta. Pasado un rato, el cordón deja de latir y empujo (si, duele, tampoco lo recordaba con Abril así) y noto con alivio cómo sale la placenta. Oh, ahora si está todo mejor, ahora sí siento alivio por fin. Cortan el cordón entre los tres, Héctor y los niños.


Me dice V que me tumbe hasta que me mire, pero le digo que quiero amamantarlo y me dice que lo haga tumbada. Pretende que el niño se agarre de forma espontánea pero no puedo, tengo el pecho demasiado grande, se me va hacia el lado. El bebé no se puede agarrar así y yo me siento violentísima ante su empeño de dirigir sin éxito unos pechos enormes que no se mantienen arriba para que mi niño pueda reptar hasta ellos.

Permanecemos mucho rato así, piel con piel, yo miro a mi niño hermoso. Pienso que no tengo una sensación bonita, pero que él es precioso y que por fin se ha acabado. Tiene un ojito cerrado, parece que se ha hecho un poco de daño con la uñita o algo. Se me hace pis encima. No lleva nada, estamos completamente desnudos bajo las toallas.


V va y viene, pero yo no se dónde para...Yo sólo miro a mi bb... Quiero darle de mamar, sino se va a dormir. Se lo vuelvo a decir a V, y ella vuelve a decirme que le de tumbada hasta que me haya mirado el periné, que puedo darle así. Yo le digo otra vez que no puedo darle tumbada en el sofá, que necesito incorporarme un poco, y ella vuelve a decir que ahora me mira.
Vuelve a hacerse pis encima... [¡Como se haga caca nos vamos a poner buenos los dos! ¿No dijo S que le harían un primer pañalito provisional para el 'piel con piel', con las gasas que he comprado?.]


A las 20h, V viene a mirarme el periné. No tengo ni idea de qué ha estado haciendo, creo recordarla recogiendo las cosas con N y me parece que ha estado haciendo las infusiones en la cocina para curarme y que me cure yo después.
Anhel está dormido desde hace mucho rato. Sin mamar. Lo pesa y mide, 48cm y 3000 grs: anota los datos en su cartilla sanitaria y se lo da a Héctor, que también hace piel con piel con él mientras me mira a mí.


Me dice que tengo un desgarro y que si quiero que me cosan o que se cure solo. Me lo enseña con el espejo [anda, ¡si aquí está el espejo!] para que vea que es bastante lineal y 'limpio', me dice que si no abro las piernas en una semana, se me cura sin coser. Yo ya no quiero más historias ahí abajo, hace mucho que ya parí, que saqué la placenta, que estoy en el sofá... ya no cosemos. Estaré una semana con las piernas cerradas, aunque me ha parecido un buen desgarro (como 1cm de profundidad y como una falange de largo, es de segundo grado, pero si dice que se cura, se curará).
Anna hace con los niños tres bizcochitos rápidos, los decoran y les ponen una velita, el 0, para celebrar que Anhel ha nacido. Nos queda una excelente experiencia del trabajo de Anna: los niños han entrado cuando han querido, han tenido las explicaciones que han necesitado y no han demandado nuestra atención porque han estado entretenidos. Gracias, Anna.

Me pongo de pie para subir arriba, a la cama. Qué sensación más angustiante, me ahogo, es como si la barriga me vaciase el aire de los pulmones. ¿Pero qué me pasa? Caminamos hacia las escaleras... me mareo. Jolín, qué floja estoy. V me dice que es normal, que de repente mi metabolismo tiene que adaptarse a seis quilos menos... pero yo pienso que eso pasa después de cada parto y de nuevo recuerdo el de Abril, donde no me sucedió nada parecido. Añade que ya no tengo la edad que tenía con Arian y Abril. (Jo, vale, es verdad... soy más mayor. Supongo que la cantidad de peso que he ganado en este embarazo y cómo me ha imposibilitado dan su fruto ahora también...) Finalmente llegamos a la habitación, me doy una ducha con ayuda de Héctor y me quedo en la cama. V y N me dicen que vendrán al día siguiente para verme y nos despedimos.

Al día siguiente V y N no pueden venir, tienen otro posparto, así que vienen un día más tarde. No me gusta, pero no digo nada. Me va preguntando por whats y me llama para ver qué tal estoy. Yo me siento  muy floja, muy débil. Anhel parece muy sano, estoy muy alerta de que no de ningún signo de sepsis, al haberme dado el estreptococo positivo durante el embarazo. Llamo a su pediatra para que me lo visite antes de la 'visita protocolaria' de los 15 días, para asegurarme de que está bien. Mama muy seguido, le cuesta engancharse y me duele mucho el agarre, que además se suelta muchas veces. V me dice que me lo pegue bien, que eso es la postura... Me dice que haga la postura de caballito para disminuir el dolor, me manda fotos de otras mamás con sus bebés, pero yo soy incapaz de hacerla, me faltan manos para sujetar y dirigir al bebé y sujetar y dirigir mi enorme pecho. Consigo darle de mamar con la ayuda de Héctor, sino es imposible. Qué aparatoso, qué frío. Yo no tengo esas tetitas redondas y perfectas que tienen las mamás de las fotos, no se hacerlo.

Un par de asesoras y dos IBCLC me dicen, al enviarles fotografías de su boquita, que Anhel tiene un frenillo sublingual de tipo 3, y que esa es la causa del dolor. V me hace la 2ª visita postparto, tengo el desgarro bastante bien, Héctor me lo cura cada día con las infusiones que me prepararon. Le explico a V lo del frenillo de Anhel, pero me insiste en la postura (hasta que comprueba que la postura es buena y aun así hace daño) y me dice que un frenillo 3 o 4 no es como un 1 o 2, que se puede dar de mamar perfectamente. [Bueno. Después de lo que yo pasé, que me digas esto es un poco heavy.]
Queda una visita posparto, pero me avisa el domingo por la tarde para venir el lunes por la mañana y no podemos, porque tengo que acompañar a Héctor a hacer unas gestiones para las que ya tenemos hora y yo tengo que ir, así que así se cierra 'el servicio'. En realidad me da igual porque sobre todo necesito apoyo con la lactancia y ya me ha dicho que los frenillos 3 y 4 no importan... Me dice que si necesito cualquier cosa la llame. No lo hago.

Héctor se asustó cuando comenzaron las contracciones del expulsivo. Se asustó cuando vio cuánto duraban. Pero allí estuvo, conmigo. Solo. A pesar de sentirse desamparado. El ha escrito su relato, donde también lo explica desde su punto de vista, y lo hemos hablado. Me dice que me olvide de la parte mala, que es lo que él ha hecho, que me quede con lo bueno. Pero yo no puedo, porque "la parte mala" es MI PARTO. 

Siempre pensé que una buena matrona ha de ser capaz de permanecer en un segundo plano, vigilando sin interferir si no es necesario. Pero una cosa es no darte ni cuenta de que están por ser discretas y otra distinta que no estén. No se qué hacían en la buhardilla, pero supongo que era muy interesante para ser más importante que lo que a mí me estaba pasando dos plantas más abajo.
Ojalá no les hubiera ofrecido la buhardilla nunca. Las infusiones, hinchar la piscina, y... por qué no, controlarme a mi, podía haberse hecho en todo el tiempo que estuvieron arriba.
Creo que tras un parto en casa, tratando a mujeres, en teoría ofreciéndoles apoyo como parte de tu trabajo, una llamada al mes de haber parido para recordarme la última dosis de vitamina K de mi bebé y preguntarme cómo estoy y/o evaluar la experiencia de la madre, no estaría de más. Pero no ha habido nada. 
No puedes no visitar a una mujer recién parida en las 24 horas siguientes porque tienes otro posptarto. ¿Acaso es más importante que el mío? ¿Incluso teniendo que vigilar a un bebé recién nacido por el Egb+?


Las pocas personas que saben cómo fue me dicen que hable con ellas. Yo no tengo ganas de hablar con ellas. No me siento 'maltratada', pero si siento que me fallaron y no quiero ir a decírselo porque ademas, creo que V ya lo sabe. Sabiendo como sabían que he pasado un embarazo donde he estado tocada emocionalmente, que me he sentido muy sola. Siento que era tan fácil que todo hubiese ido bien... y lo estropearon. V era la que más dirigía, a N se la veía 'menos rodada', pero la verdad es que era muy dulce. Si hubiese estado S creo que habría sido muy diferente, porque ella se había encargado siempre de 'focalizar' las cosas, de dirigirlas cuando se iban, de centrarse en mi cuando V no lo hacía. Mi sensación fue de que a V se le acumulaba la faena, que iba como por inercia dentro de un poco de caos, por la forma de pedirle cosas sin orden a N y de estar donde no debía cuando tenía que estar a otras cosas. Estoy casi convencida de que si S hubiese estado, como estaba previsto, mi parto no habría sido éste.

Mi periné tardó dos semanas en cerrarse. El agarre espontáneo con el pecho grande se hace mejor en posición sentada, 'me han dicho por ahí': el caballito no funciona bien con pechos grandes. Mi hijo tenía frenillo que hemos cortado con un mes, porque efectivamente, dificultaba la lactancia y su propia toma.
Hay un vídeo del parto... pero apenas se ve. Está todo oscurísimo, y la primera parte del nacimiento de Anhel no está grabada, porque mi marido fue a buscar a los niños, que querían ver nacer a su hermano. Nadie hizo fotos tampoco. Me apena que éste haya sido mi parto. Me cuesta ver partos en casa con dilataciones en la piscina, matronas masajeando lumbares, haciendo fotos del expulsivo (posible solo si son dos, claro) o del primer momento familiar, leyendo cómo los ventiladores las aliviaban del calor. Me cuesta leer el parto que yo creía que iba a tener en otras mujeres que no soy yo.
En cuanto Hacienda nos devuelva el dinero que nos tiene que devolver, le pagaremos a V la parte que queda del parto (hay que decir que fue flexible en cuanto a la forma de pago y si no fuese porque se me han quitado las ganas de pagarle, le estaría muy agradecida), y finalizaremos del todo una relación que no se bien cómo describir, pero que sin duda no volvería a repetir si pudiera volver atrás.

Gracias, amor. Fuiste mi punto positivo.


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